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Capítulo I: El Comité (Libro Dominio Dual: Segunda Parte, Génesis) - Parte 3

El hombre, tambaleándose ligeramente, se adentró en la sala. Sus ojos vagaban de un lado a otro, capturando las miradas curiosas y sorprendidas de los presentes.

"Me llamo Salvatore", dijo el hombre, su voz rasposa resonando en la sala. "Y tengo algo que decirles, algo que he visto en las calles de nuestra bella Italia."

Edison y Cee intercambiaron miradas. La presencia de Salvatore era desconcertante, pero también intrigante. Había algo en su mirada, una intensidad que sugería que no era simplemente un vagabundo cualquiera.

Giancarlo asintió, invitando a Salvatore a continuar.

"He visto el futuro", continuó Salvatore, alzando una botella medio vacía de vino tinto. "He visto lo que nos espera si no hacemos nada. La decadencia, la miseria, la destrucción. Nuestros niños, nuestra gente, condenados a un destino peor que la muerte. Y todo porque hemos olvidado nuestros valores, nuestras raíces."

Salvatore hizo una pausa, tomando un largo trago de su botella. Los miembros del Comité lo observaban con una mezcla de curiosidad y desdén, pero ninguno interrumpió.

"En las calles de Nápoles, en las sombras de Milán, he visto a los desesperados, a los perdidos", continuó Salvatore. "Gente que una vez tuvo esperanza, pero ahora solo tiene desesperación. Y he venido aquí, a este lugar de poder, para recordarles a todos ustedes que no deben olvidar. No deben olvidar lo que significa ser humano, lo que significa tener un corazón."

Las palabras de Salvatore resonaron en la sala, un recordatorio incómodo pero necesario de la realidad que muchos preferían ignorar. Edison y Cee miraron a Giancarlo, esperando su reacción.

Giancarlo se acercó a Salvatore, sus ojos fijos en los del hombre desaliñado. "Tus palabras tienen verdad, Salvatore", dijo finalmente. "Nos has recordado por qué estamos aquí. No solo para tomar decisiones políticas, sino para asegurar un futuro mejor para todos, incluso para los más desfavorecidos."

El encuentro con Salvatore marcó un giro en la reunión del Comité. Las discusiones posteriores se volvieron más intensas, más personales. Las historias de sufrimiento y esperanza compartidas por los miembros del Comité sirvieron como un recordatorio de la responsabilidad que llevaban sobre sus hombros.

Edison y Cee se dieron cuenta de que su misión era más que una simple tarea política. Era una lucha por el alma misma de la humanidad, una batalla entre el bien y el mal que se libraba no solo en los pasillos del poder, sino en las calles y en los corazones de las personas.